-Colectivo Perspectivas para el Desarrollo. (*)
En el último mes el diario La Nación dedicó al menos tres
notas de opinión que intentan persuadir al lector acerca del cuestionamiento de
la gratuidad de la universidad. En el marco de los nuevos lineamientos
políticos ideológicos del gobierno, que
lleva más de cien días de gestión, no es
casual que se intente al menos poner en debate la pertinencia de la existencia
de Universidades financiadas por el Estado con el argumento economicista de la
“baja rentabilidad” o “impertinencia” de
estas instituciones.
Es necesario mencionar que los aranceles o bonos en la Universidad argentina han perdido
vigencia a partir de la ley de gratuidad universitaria desde el año 1949, ordenando
al Estado Nacional a retomar las responsabilidades de financiamiento.
Si bien la
matrícula universitaria duplicó el número de alumnos a partir de esta
iniciativa, estos cambios no se dieron en el vacío. Las universidades creadas
en este contexto y la masificación posterior, respondieron a la necesidad de
formar profesionales que ajusten sus motivaciones personales a los
requerimientos del momento histórico. La Universidad Tecnológica (UTN)es un
claro ejemplo de la función hasta el momento vacante que cumple una universidad en el contexto de
las demandas que el modelo de desarrollo económico presenta con claros intencionalidades de romper la
dependencia con los países centrales y crear su incipiente industria.
Estos procesos de ampliación educativa se empalmaron
con la mejora de la distribución de los bienes económicos en el marco de
un modelo de desarrollo con tendencias al pleno empleo.
Hacia inicios del siglo XXI estas iniciativas de
articulación del modelo de desarrollo con las universidades y el modelo científico tecnológico fueron un
intento valioso que dejo un escenario para avanzar en la búsqueda de la
incorporación de la innovación al sector productivo.
Este proceso se articulo junto a una demanda de los sectores
populares por apropiarse de los bienes educativos y culturales que
históricamente fueron un privilegio de clase.
Hoy resulta necesario hacer frente a la necesidad de
encontrar nichos competitivos desde donde aprovechar las capacidades
instaladas, los profesionales formados. Garantizar el financiamiento de la
universidad y que esta siga siendo publica responde al derecho adquirido a la
educación superior como derecho humano
(Unesco 2008) y no como un servicio transable en el mercado, poner en cuestión este derecho significa que
el mundo de la academia estará habilitado para los sectores acomodados que
ejercerán su poder a través del velo del conocimiento y el saber. Sin embargo
es necesario aclarar que los estados
centrales siguen destinando altos porcentajes de PBI a la Educación Superior
mientras envían mensajes a los países del resto del mundo del alto desempleo de
los graduados universitarios bajo la
premisa: “Varios expertos consideran que
el titulo es irrelevante al momento de conseguir empleo” uno de los temas del Global Education & Skills
Forum (GESF) [1]
.
Si bien es cierto que los niveles de deserción en la
educación superior son altos, la resolución no se encuentra en arancelar las
universidades para que estas sean más eficientes, sino en
generar las condiciones de una mejoría en la calidad integral de vida de las
personas (en términos de Dubet la
búsqueda de igualdad de posiciones) para que el origen social no sea un
impedimento en la búsqueda de la titulación.
Diversas investigaciones han
demostrado que son los quínteles más bajos los que abandonan o son expulsados
de estas instituciones (incompatibilidad con horarios laborales, costos de los
materiales, etc) estos datos invitan a las universidades tradicionales a mejorar sus estrategias organizativas y la
vez resulta necesario aceitar las
relaciones con el territorio en el que se emplazan a modo de que por fin la
universidad pueda cumplir la función social que le es encomendada: servir al
entendimiento y resolución de problemas de la sociedad en la que vivimos.
(*)http://www.cperspectivas.com.ar/
[1] http://www.lanacion.com.ar/1880841-educacion-vale-la-pena-estudiar-una-carrera-en-la-universidad